Eres libre. Eres inerte, eres
estirpe de raza nueva y eterna.
Eres sabedor, creedor,
volátil fuerza que derriba
muros y lamentos.
Todo lo tienes, todo lo quieres,
todo lo traduces a un lenguaje de signos
poco fructífero.
Vienes.
Te tengo frente a mí y no te veo.
Eres salida que desborda
mi intelecto.
Yo prometo.
No más torpezas, no más
obstáculos, no más piedras
en el camino …
Aire, agua, ríos, viento, fuentes, mar,
remolinos en libertad.
Eres libre.
Tú lo sabes, yo lo veo.
Sólo eso.
Dejar fluir el aire entre mis dedos.
Abrir mis manos, mis brazos,
mis pulmones, mi mirada.
Ver más allá. Callar.
Tirar mis libros y escucharte
sólo a ti. Nada más.
Sólo tú delante de mis ojos.
No decir sí ni no.
Tan sólo ver para ti,
ser tus ojos. Esa es
mi promesa. Vaciarme del resto.
A cambio,
tú me das la moneda que abre
las puertas de mi mundo;
la llave que paga todas las entradas;
el tiempo en el que estar,
el espacio en el que transcurrir …
Espacios y ocasiones.
Me guardo la voz para ti.
Te doy el centro de mi mente,
el centro en el que todo gira
y vuelve a ser, siempre.
Tú me das mi centro, el mío,
mi equilibrio.
Orfeo duerme, es su camino,
y yo despierto y miro,
y te cuento sólo a ti lo visto.
Soy lazarillo, lázaro y lazo,
todo al mismo tiempo.
¿Cuál es tu propuesta? ¿Qué
quieres? A cambio de mi voz.
Quiero, dices, quiero sólo tu centro.
“Soy … un puro centro
de percepción consciente”.
Quieres mi centro, lo que soy.
Mi percepción
consciente, que no sea mía …
Hablamos el mismo idioma,
y mi cabeza se expande como un universo.
Fluyendo como agua, como aire,
como si fuese tan sencillo como
cederte el puesto …