Aquí,

entre estas dos arrugas,

en este pequeño hueco de mi piel,

aquí escondiste un beso.

Y con mi lunar oculto

jugaste con tus dedos.

En la llanura lisa

de mi vientre,

se te escapó un suspiro.

Oliendo entre las dunas

de mi pelo

susurraste un himno.

Los dedos de mis pies

buscaron, como manos,

acariciar tus piernas,

y entre las curvas cálidas

de las mías

perdiste tu firmeza.

Al deslizar mis labios

por tu nuca,

¿qué tardaron tus ojos

en cerrarse?

Bajaste la guardia.

¿Cuánto tardó tu lengua

en preguntarme

por el resto de mi tierra?

Montes, arroyos, lagos…

Buscabas la conquista.

Valles y campos

se rindieron a tu risa.

Me tenías desnuda,

sin armas, sin disfraz.

Era sólo mi mirada

la prueba a superar.

Vuelve a casa…

Dame una sonrisa,

aquella

con la que empezó esta guerra.

Recupera el beso,

el suspiro, el juego.

Recupera el himno,

aventúrate en su busca,

mientras me deslizo

suave y oscura

a mostrarte un mapa.

Vuelve a casa…

donde todas mis estancias

se desarman para ti.

Deja durmiendo tu sonrisa

en mi ladera…

No vamos a dormir.

Pelearemos,

lo prometo,

como dos gatos rabiosos.

Nos marcaremos

con las uñas y los dientes,

hasta acabar esta batalla.

¡Vuelve a casa!

Sacaré bandera blanca

para que puedas acercarte.

Y después cruzaremos

las fronteras; pediremos

un rescate…

¡Que alguien nos rescate

de este infierno

que es amarte!

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