La consciencia involuntaria de la luna
está en silencio,
flotando en el universo.
No hay ideas, no hay proyectos.
La luna imprescindible,
prescinde de opiniones
no toma decisiones,
no sabe lo que quiere,
no escucha los halagos.
Está involuntaria,
sintiéndose,
dejándose perder su identidad.
La luna no se mira en el espejo,
no juzga las mareas.
Ha guardado sus piernas,
ha guardado sus brazos.
La luna involuntaria respira,
comprende y cede
su espacio y su tiempo
a la gravedad,
a la refracción,
a la oscuridad,
y a la poesía.