Esta inmadurez de los años
se niega a conformarse,
a tirar la toalla, a mirarse al espejo
con tristeza hasta apagarse.
Esta inmadurez ha decidido
que prefiere vivir y asustarse,
no dejar que un exceso de madurez
limite los avances.
Esta terca inmadurez de los años
aun quiere gritar y agarrarse
a ese momento que despierta,
que abre los ojos, que late,
que no sabe nada, y se asombra,
llora, pide, observa, cae…
Oler siempre a esa infancia
que no se da por vencida y no sabe
si es ilógico o inmoral o locura
dejar que esta inmadurez no acabe.