¿Es tan difícil amar?
En mi recuerdo fue todo un intento.
Pero mi alma creyó las palabras
que se dicen al formalizar el contrato.
Las creí…
Y ahora no entiendo,
si yo lo di,
yo cumplí con todo lo que
mi cuerpo y mi mente me permitían…
Y estuve enteramente yo
junto a ti.
Las palabras…
Toda la vida defendiendo su verdad,
su exactitud.
¡Y cuánta confusión!
Cuando lo vivido no podía
relatarse con ellas.
Cuando yo estaba,
pero no existía,
porque gravitaba en torno a la promesa,
a los múltiples intentos
con escasa voluntad,
demasiado inexactos…
Y no entendía. Nunca entendí…
Y ahora tampoco.
Y me exiges las palabras
que yo nunca negué,
que siempre llevé en mis manos,
cuando tú sigues
en las promesas y parado
en esa encrucijada del camino:
¿el miedo o el amor?
Nacemos en el miedo.
Crecemos en el amor.
Eso es todo.
Mi tristeza es por la espera,
por la mentira,
por el hambre que mis ansias de crecer
me obligan
a expresar, a mostrar… a reclamar.
Es tu incapacidad, no la mía.
Y me marchito en esta tierra
árida y fría,
sin los nutrientes que mi alma necesita,
los que fueron dichos
y se quedaron en palabras…
Yo me quedé en las palabras,
aferrada
y totalmente ciega a la verdad.
Y la verdad me abofetea
cada vez que me atrevo a mirarla.
Yo estuve,
sin posibilidad de existir,
como un globo cautivo,
atada a la posibilidad.
Mi tristeza es por la espera,
por la mentira,
por el hambre que me obliga
a dejar de creer en
lo que no está y no existe hoy,
aquí,
se diga lo que se diga.