Lo peor es acostumbrarse. Sientes cierta rebeldía todavía, aunque actúas como si estuvieses ya acostumbrada, como si no te importara que todo entre en esa normalidad. Esa… ¿Te suena? Esa en la que tú vas a parte, no cuentas. Esa en la que lo que te pasa, lo que te hace sufrir, no tiene importancia, y puedes pasarlo sola, sin contar con nadie…

Tú no pagas tu tristeza y tu frustración con los demás, les tratas igual que siempre. No te haces notar, no alardeas de que no estás bien. Haces como en la naturaleza, que la fragilidad se mantiene oculta para no ser carne de depredador. Has aprendido. Te muestras igual que siempre, o casi. Simple, sin demostrar tu complejidad.

Pero, nadie quiere ver los signos de que no es así, de que no estás bien, ni eres simple. O los ignoran. Y tú te acostumbras a que se ignore, a no hablarlo, a que nadie cuide de tu bienestar. Y acabas sintiendo que sí, que no tienes importancia, que da igual lo que te pase a ti, que nadie va a entenderte. Que callar es la única opción. Que querer otra cosa es de ingenuos. Querer comprensión es de inseguros. Querer afecto es de débiles. Que el afecto es algo que no puedes esperar, ni desear, porque no existe…

No existe el abrazo de calma en silencio, la mirada de comprensión en silencio, la caricia en el pelo como muestra de ternura en silencio.

No hay «salida para tanto dolor…»

No quieres hablar. Te has cansado de intentar explicar, te has cansado de decir… Te has cansado de tener que exponer tus motivos y escuchar sus soluciones. De sentirte incomprendida o insuficiente.

Te sientes aislada de todos.

Pero, no quieres acostumbrarte. Sientes cierta rebeldía todavía… Sólo es necesario algo sencillo. Y no quieres acostumbrarte a que eso no suceda, como si no lo merecieras. Aún hay algo dentro de ti que se niega. Aún te queda algo de cachorro, de mamífero, de humanidad buscando humanidad.

Y entonces decides que vas a probar, que vas a cambiar de ecosistema, a dejar de esperar de los demás. Que vas a dejar que sea la Vida quien te regale el abrazo, la mirada y la caricia. Lo sencillo, disponible incluso para tu complejidad.

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