Intento no pensarlo…
Me concentro en las tareas del día a día. Me pierdo, es cierto, varias veces, y acabo dando vueltas alrededor de lo que no hago, de lo que no sé, de lo que falta. Ropa que recoger, arreglos, enchufes, tacos y tornillos, limpiezas…
Y me recojo, dolida, como una prenda más, plegada antes del planchado, arrugada por dentro, guardada en un cajón vacío que se siente bastante frío…
Y anoto los arreglos que me faltan, los rotos, las grietas, lo que me hace ser artículo defectuoso; apartada en el montón de lo que nunca tengo tiempo de coser; observando los hilos de los que no hay que tirar para no deshacerme; enviando informes de error cada cierto tiempo, esperando que mi cerebro consiga atenderlos algún día.
Y el enchufe no funciona bien… Ya no sé si alguna vez supe usar la electricidad o tal vez nunca. A veces no hay voltaje, no hay confianza, ni seguridad, ni caricia… A veces doy descargas por pura rabia y frustración, y se quema todo. Y cuando la corriente me atraviesa con la fuerza justa y necesaria… ¿Cuándo? No hay nada que la conecte y funcione. Se pierde, se malgasta en el cableado arrinconado.
Intento no pensarlo…
Pero, quería colgar un tablón para escribirlo y dejarlo fuera, quitármelo de dentro, poder ordenarlo en unas palabras, en una lista, en algo claro… Y no sé manejar los tacos, el taladro, los tornillos. Me pierdo ahí, en las cifras, en las medidas precisas, en lo que hay que atravesar, en las clases y tipos… Y el ruido del taladro que me hiere el cerebro, como si me taladrase a mí… la memoria, los pensamientos, los deseos, agujereados, atravesados, soltando ese polvillo rojo que se cuela en mis pulmones y los cierra. No se puede respirar cuando lo de dentro no te sujeta, cuando los tacos y tornillos son más pequeños que el agujero que dejó la vida.
Intento no pensarlo…
Quisiera hacer limpieza, tirar, ordenar, vaciar, pulir, dejarlo todo diáfano y ver sólo la estructura; comprobar mi estabilidad; rediseñar las estancias… Quitar lo sucio. Tener una ventana abierta al aire fresco. Que hubiese aire fresco y un buen paisaje al que mirar. Salir a respirarlo… Caminar, navegar, volar. Y poder volver a un interior sencillo, con lo necesario, confortable. No quiero nada más…
E intento no pensarlo, pero me desconciertas y me desconcentras. Y en lugar de ocuparme de mi casa, miro hacia afuera. Y voy y vengo y me pierdo, varias veces, y acabo dando vueltas alrededor de lo que falta, en lugar de descubrir lo que me sobra. En lugar de sentir y soltarlo.
Y ver el prado, el árbol, el banco allá en lo alto, al aire libre, al sol, esperando que me siente a disfrutarlo.