Escribir poesía es como hacer una foto interior de lo que estás sintiendo. Una situación emocional tan profunda que no sabes cómo expresarla.

Muchas personas no saben expresar esas emociones, pero pueden leer un poema e identificarse con ese estado emocional. Aunque no compartan la experiencia exterior, sí reconocen la situación emocional que provoca.

De este modo, la poesía sirve como catarsis. Al leer poesía identificamos las emociones. Al situarlas fuera somos capaces de reconocerlas y reflexionar sobre ellas. Algo que no había podido hacer con mis propias emociones, antes de leerlas. Estaban en un lugar abstracto, a veces incómodo.

Otras veces, la poesía agranda una emoción que no conseguía crecer, porque no se le prestaba atención.

Cuando escribo poesía intento no describir situaciones concretas, situaciones exteriores. Busco describir la emoción, aunque la causa externa de esa emoción no la defino con claridad porque así otras personas podrían identificarse con la emoción, que tendrá su propia y personal causa, diferente a la mía. Pero, la emoción es la misma, y podrán captarla y reconocerse, sirviéndoles como estímulo para observar su propia emoción y reflexionar sobre ella.

Así conseguimos conocernos un poquito más a nosotros mismos. Eso es crecer.

La poesía puede ser uno de los vehículos que utilicemos para crecer, tanto al escribirla, como al leerla o escucharla.